Ya iban tres meses desde la aplicación de terapia oscilatoria para curar ciertos males en los pacientes. Además de ser un proceso extenso, y de cómicos efectos secundarios ( aversión por la estabilidad, miedo al miedo, entre otras) , se encontraba cuestionado el aspecto más importante en nuestra organización: el precio.
De los clientes en consideración, sólo el 50% era maleable. El resto se dividía en inadaptados, poetas y fundamentalistas( nadie quiere hablar con alguien tan grave).
La demanda comenzó a caer, también la rentabilidad de terapia.
Se reunieron los ejecutivos del centro bajo la tutela del Gran Terapeuta, y al abrigo de Samara "la de ojos claros".
El aburrimiento dominaba la sala, pero entonces el hombre superó su propia mediocridad y golpeó la mesa entusiasmado como un no-racional.
Desde entonces, en vez de las terapias de flow, oscilatorias y de azote, aplanamos la mente con una pantalla.
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